Por María del Carmen Gómez
Para la revista Fulcrum 33 - Gastronomía
Este artículo reflexiona sobre cómo el confinamiento de la pandemia de 2020 impulsó a muchas familias a redescubrir la cocina. La autora describe este fenómeno como una oportunidad para estrechar vínculos y crear memorias, destacando el resurgimiento de la panadería casera. Ante la escasez de levadura comercial, la masa madre se convirtió en la protagonista, un proceso artesanal que la autora describe como una lección de paciencia y creatividad. El texto celebra el oficio de hacer pan como una bendición que alimenta tanto el cuerpo como el alma.
Hace cuatro años vivimos un fenómeno insólito, al menos para las generaciones que compartíamos el tiempo y el espacio en ese entonces. Un nuevo virus comenzaba a hacerse presente, enfermando organismos humanos, haciéndose espacio en las noticias, alarmando en redes sociales e inundando las conversaciones cotidianas.
En esos días, algo tan minúsculo, pero también tan terroríficamente desconocido, nos orilló a modificar la vida rutinaria que llevábamos para mantenernos a salvo. Las clases presenciales se suspendieron. Nuestros hábitos cambiaron. Comenzamos a espaciar las salidas y muchos recurrimos a las compras en línea. Surgió un interés —o tal vez la urgente necesidad— de regresar a la cocina.
En esos meses cocinamos de todo... Hacíamos la comida del diario, aprendíamos preparaciones nuevas, horneábamos galletas con los niños, y no pocos iniciamos o retomamos uno de los oficios más nobles y antiguos: la panadería.
Y hablando de accidentes y eventualidades, quisiera regresar a lo que sucedió durante el confinamiento de 2020. Ya conté que muchos retomamos la panadería casera y, por ello, dentro de nuestra lista de compras se encontraba, como parte de la canasta básica, harina de trigo y levadura. Pero, como sucede cuando hay mucha demanda, estos dos productos, especialmente la levadura, comenzaron a escasear.
Regresamos al origen y recordamos que los cereales eran por sí mismos capaces de fermentar las masas. No todo estaba perdido; el antiguo inconveniente egipcio estaba al alcance de nuestras manos. Y fue entonces cuando se puso "de moda" la masa madre. Todo un mundo microscópico se contiene en una porción de masa madre, que no es más que agua y harina en combinación con temperatura y tiempo, ofreciéndonos levaduras y bacterias benéficas.
Hacer crecer y cuidar una masa madre es un proceso artesanal que, como tal, implica tiempo y cuidados. Se le llama “masa madre" porque, tomando una pequeña porción, da a luz muchos panes, pero yo la llamo también "masa hija". Elaborar panes de masa madre me ha permitido descubrir el milagro de la vida escondido en lo más pequeño. Hoy, a casi cinco años de ese suceso llamado PANdemia, agradezco haber reencontrado, en medio de la adversidad y la incertidumbre de esos tiempos, la bendición de trabajar con uno de los oficios que más y mejor alimentan el cuerpo y el alma: el pan.
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