Por Itzel Rodríguez Mortellaro
Para la revista Fulcrum 33 - Gastronomía
Este artículo rinde homenaje al maíz a través de un recorrido por la obra de Diego Rivera, quien dio un papel central a esta planta en su arte público. Se analiza cómo Rivera representó la vida del pueblo de México, la herencia indígena y la economía rural a través de la figura del maíz. Desde el icónico "Niño del taco" hasta murales sobre la fiesta del maíz y alegorías de la nación, el texto explora cómo el artista consagró al maíz como un pilar de la identidad cultural, económica, política y social de México.
El maíz es uno de los bienes botánicos, alimentarios y culturales más importantes de México. Nuestro país es centro de origen de esta planta que se domesticó hace unos 10 mil años y que, actualmente, es el ingrediente principal de la gastronomía mexicana. Las culturas indígenas se desarrollaron gracias al cultivo y aprovechamiento de la planta del maíz. En su arte público, Diego Rivera se propuso representar la vida del pueblo de México, dando especial atención a la herencia indígena y a la economía rural.
En la sede histórica de la SEP, Diego Rivera representó una amplia variedad de escenas de la vida y costumbres del "pueblo de México". Entre las miles de imágenes, se destaca una que expresa un momento entrañable de nuestra identidad cultural: un niño comiendo un taco. Este mural, pintado alrededor de 1924, muestra a un niño pequeño, de piel morena y rasgos indígenas, que saborea una tortilla enrollada. A través del arte, Rivera logró consagrar el alimento más apreciado de la gastronomía mexicana: el taco.
Dos murales pintados por Diego Rivera en la SEP muestran la celebración de la fiesta del maíz entre los pueblos nahuas de México. Las fiestas del maíz, que actualmente se celebran en muchas comunidades rurales, involucran rituales heredados de los abuelos que celebran el ciclo agrícola de la planta y agradecen los frutos. Rivera incluyó la fiesta del maíz en su programa mural porque esta celebración es una de las más importantes y extendidas entre pueblos originarios de nuestro país.
Para simbolizar a la nación mexicana, Diego Rivera configuró la representación de una mujer indígena que sostiene mazorcas en sus manos. Con esta imagen simbólica, el artista logró resumir sus convicciones nacionalistas: la nación tenía un signo esencialmente indígena y su población rural estaba arraigada a la tierra.
Según el planteamiento del artista, las plantas que darán frutos corresponden con la maduración política de los campesinos, que están listos para defender su derecho a la tierra.
Hacia el final de su vida, Rivera creó relieves escultóricos con piedras naturales. Para el Estadio Olímpico Universitario, diseñó una serpiente emplumada, una de las formas del dios Quetzalcóatl, a la que añadió mazorcas intercaladas con las plumas. Este animal mítico alude al dios Quetzalcóatl como dador del maíz y benefactor de la humanidad. Aunado a esto, Rivera dio atención al dios mexica Tláloc, el proveedor de las lluvias que son indispensables para llevar a buen término el ciclo vital de las plantas.
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