Por Fabián Nava
Para la revista Fulcrum 33 - Gastronomía
En esta entrevista, la docente Raquel Mondragón comparte su visión sobre el huerto escolar como una herramienta pedagógica fundamental para reconectar a los estudiantes con la naturaleza. Más que un simple espacio de cultivo, el huerto funciona como un laboratorio multidisciplinario que entrelaza biología, matemáticas e historia, y enseña lecciones de vida sobre paciencia, esfuerzo y comunidad. Raquel enfatiza la importancia de integrar estos espacios en más escuelas para formar ciudadanos conscientes y preparados para los retos ambientales y sociales del futuro, promoviendo una educación integral.
El huerto de La Escuela de Lancaster se encuentra estratégicamente ubicado en el corazón del Plantel Diligencias, un diseño intencionado por Alan Downie. Este espacio central simboliza la convergencia de todas las disciplinas que se imparten en la escuela, convirtiéndose en un punto de encuentro donde el conocimiento teórico y práctico se entrelaza de manera orgánica.
"Un huerto escolar es mucho más que un lugar para cultivar alimentos. Es una ventana a la realidad”.
Para ella, este espacio permite a los estudiantes experimentar de primera mano los procesos naturales que sostienen la vida. Sembrar una semilla y esperar pacientemente a que germine se convierte en una lección sobre el tiempo, el esfuerzo y la interdependencia con la naturaleza.
Raquel explicó que el huerto es mucho más que un espacio de cultivo; es un laboratorio multidisciplinario donde convergen diversas áreas del conocimiento. La biología se manifiesta en el estudio de los suelos, mientras que la matemática cobra vida al medir y calcular rendimientos. Incluso la historia encuentra su lugar al explorar el origen de técnicas agrícolas como la hidroponía. “Aquí, los chicos entienden que todo está conectado. Trabajamos no solo el conocimiento, sino la sensibilidad”.
"Este lugar no solo enseña sobre agricultura, sino que ofrece lecciones de vida a los estudiantes, preparándolos para enfrentar los retos ambientales y sociales del presente y del futuro."
El huerto escolar de la Escuela de Lancaster no solo produce alimentos, sino ciudadanos conscientes. Raquel enfatizó la importancia de acercar a los jóvenes a prácticas de cultivo responsables y sostenibles. “Hoy en día, incluso en un departamento pequeño, es posible cultivar algo. La idea es que cada quien, desde su lugar, pueda hacer un cambio”.
Raquel concluyó la entrevista con un llamado urgente: integrar este tipo de espacios en más escuelas. “Si queremos un futuro sostenible, necesitamos formar a los chicos desde ahora. No solo como individuos, sino como parte de una comunidad que depende y cuida de su entorno", expresó.
"El huerto escolar ha demostrado ser un modelo de educación integral, uniendo teoría y práctica, conocimiento y sensibilidad. Este espacio no solo cultiva plantas, sino también valores y aprendizajes que perdurarán en las generaciones futuras.”
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