Texto y dibujo por Kevin Arvizu de la Teja
Para la revista Fulcrum 33 - Gastronomía
"Maldita Crónica" es un retrato íntimo de la Maldita Fonda, un espacio que trasciende lo gastronómico para convertirse en un centro comunitario. El autor describe cómo el local, cercano a la Escuela de Lancaster, fomenta la interacción y la creación de vínculos. Con un fuerte compromiso con la economía local, el medio ambiente y la comunidad artística, la fonda ofrece una experiencia que une a la gente a través de alimentos frescos, proyectos sostenibles y exposiciones de arte, tejiendo una red de historias y encuentros.
La Maldita Fonda abrió hace seis años a unos metros de donde comenzó La Escuela de Lancaster. En este tiempo nos hemos convertido en un lugar en el que han sucedido muchos encuentros de alumnos, exalumnos, maestros y gente cercana a la escuela así como vecinos y curiosos que pasean por la plaza. Por su distribución, es muy frecuente que la gente acabe interactuando con su vecino de mesa y la gente que trabajamos en el local.
Desde una cocina abierta y sin pretensión, tratamos de generar un vínculo cercano con los comensales así como con el mercado La Paz y diferentes proveedores, para contribuir en la economía local.
Tratando de ser congruente en cuanto a los procesos alimentarios y el medio ambiente, trabajamos con distintos proyectos. En Xochimilco compramos insumos directo de una chinampa en la que se hace investigación y rescate de los humedales, así como con un proyecto nacional en el que se hace composta con los desechos orgánicos. Para complementar la comida, trabajamos con diferentes cervecerías artesanales y vinícolas nacionales que nos permiten cambiar de sabores y estilos frecuentemente.
Llevamos a la mesa de los comensales algo distinto todos los días como una comida corrida y, por otro lado, trabajamos con un menú estacional que cambia a partir de los insumos que estén disponibles en diferentes épocas del año. Tenemos una oferta diferente cada vez que regresa algún cliente, muchas veces “dejándolos con ganas”, pero ofreciendo algo distinto en cada visita.
Además de la comida y el servicio, nos vinculamos con la comunidad artística local, ofreciendo un espacio para exposición y venta de obra. Ofrecemos el espacio mensualmente, en el cual los artistas pueden disponer de la pared a lo largo de todo el local y hacer lo que mejor les parezca, fomentado el consumo y difusión de proyectos personales y colectivos.
La Maldita Fonda ha intentado mantener un contacto directo con la comunidad y hacer vínculos con los que nos visitan para así crear conexiones entre ellos. Con la creatividad y experiencia de nuestro entrañable cocinero (que muchos conocimos en Lancaster) seguiremos uniendo gente a la mesa para compartir alimentos, encuentros e historias.
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