Las matemáticas forman parte de nuestra vida cotidiana mucho más de lo que imaginamos. Están presentes cuando encendemos un videojuego, si practicamos cualquier deporte, en el cuidado de nuestra salud o incluso cuando elegimos nuestra ropa en una tienda. Sin embargo, muchas veces los niños asocian las matemáticas únicamente con tareas, exámenes o fórmulas que resultan difíciles de entender.
Aquí es donde la familia juega un papel fundamental. El gusto y la confianza hacia las matemáticas no nacen de un día para otro, se construyen con experiencias, palabras de aliento y momentos compartido; en la escuela trabajamos para que las clases diarias ayuden a este desarrollo integral y cuando madres, padres o cuidadores muestran interés, paciencia y entusiasmo frente a los números, los niños descubren que las matemáticas no son un obstáculo, sino una herramienta para resolver problemas y entender el mundo.
El acompañamiento familiar no significa resolverles los ejercicios, sino acompañarlos en el proceso, preguntarles cómo llegaron a un resultado, invitarlos a explicar su razonamiento y reconocer su esfuerzo. También puede lograrse de forma divertida, al calcular distancias en un viaje, resolver acertijos o jugar juegos de mesa donde las matemáticas se esconden de manera natural. Con este apoyo, los niños desarrollan seguridad, disfrutan más sus aprendizajes y descubren que las matemáticas no son solo un tema de la escuela, sino un aliado para la vida diaria. Por eso, ahora que iniciamos un nuevo ciclo escolar, los invito a empaparse de este lenguaje que se encuentra en todas partes y compartirlo con alegría e ilusión al interior de sus familias.